Azules son las almas.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La lágrima

Cada noche frente al espejo se saca con un algodón la brillantina de los ojos. Mira fijamente el reflejo de sus pupilas, "las ventanas del alma", recuerda el final de la frase mientras restriega. Ve negro en las pupilas y verde en sus iris, y mucho rojo de ojos cansados e irritados.  No entiende por qué hablan de ventanas. Pero tampoco se anima a contradecir. Jamás la toman en serio.
Se saca los maquillajes y se despinta los labios que hace parecer tan gruesos. Deja las pulseras de una sola vez todas juntas. Las gruesas y las finas, las macizas y las frágiles, las caras y las baratas pero llamativas, que cuelgan durante el día en su muñeca izquierda. Y los anillos, pequeños, delgados y llenos de plásticos que imitan piedras preciosas tan, tan baratos que debe de cambiar asiduamente, porque se doblan o se parten o se oxidan o se despintan.
Cada dos o tres días se despinta las uñas, lo hace cuando se da cuenta de que ya el barniz no tiene más purpurina o lo ve mucho más opaco de lo que era al colocárselo.
Sin preocupación deja caer las ropas que la visten con una canción de Arjona o Montaner sonando desde su computadora, pasa demasiadas horas frente a ella, es la mejor manera de escapar al contacto cara a cara. Y le funciona tan bien que cuando tiene que enfrentarse a las personas sin un teclado de por medio trata de esconderse tras de sí misma, con vergüenza cuando se da cuenta de que se sobre excita y actúa como si fuese una niña.
La música no le importa, pero la prefiere antes que al silencio, y las letras siempre le parecieron "lindas". Tararea, seguramente no se de cuenta de que lo hace.
Entra a su ducha de agua casi hirviendo y allí se queda unos minutos, esperando que ese momento se lleve "la mugre del día", sale mucho más relajada.
Antes del pijama, antes de la cama y el sueño reparador, en el camino entre el baño y el cuarto, todas las noches se detiene un instante desnuda frente al espejo. Se contempla. Sólo un instante.
Vuelve a vestirse, se acuesta y duerme casi inmediatamente.
Sin excepción y segundos antes de dormirse, una lágrima rueda por su mejilla hasta la almohada.

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