Azules son las almas.

lunes, 26 de agosto de 2013

Simerio y su lluvia.

Bajo la lluvia andaba Simerio, caminaba de a pasos pequeños pero firmes, sentía el suelo mojado bajo sus pies. Las gotas le golpeaban la cabeza, lo empapaban poco a poco y se escurrían por la nuca y el cuello hasta helarle la espalda. Los charcos entraban por las zuelas agujereadas y el viento se filtraba por donde la ropa hacía caer sus barreras.
Simerio respiraba mojado y con las manos en los bolsillos, no se preocupaba porque al cuerpo le bajara la temperatura, se preocupaba por sentir como aquella sensación lo invadía. Por momentos, mientras continuaba con su paso seguro, cerraba sus ojos y se concentraba en cada parte de sí mismo, cada una de ellas individualmente. Sentía la piel de sus manos arrugándose, sus pies chapoteando en las medias ahogadas dentro de los zapatos rotos. Sentía la camisa pegándose a su pecho, a su espalda. Simerio caminaba bajo la lluvia porque le daba placer. Alguna vez algún paspado que se creía simpático se burlaba en el ascensor cuando él, ante la pregunta primera, contaba que salía a la lluvia por propia iniciativa. La sonrisa de esos chistes jamás encontraban complicidad. Entonces llegaba a su casa, se quitaba las ropas húmedas, se daba un baño caliente, se preparaba un té con limón.
Cierra los ojos, escucha un disco, la lluvia ya no está, la tasa caliente le reconforta las manos, el aroma del té le entibia los pulmones y la música lo hace disfrutar. La tormenta continúa tras su ventana, las gotas golpean el vidrio, y él... ya está cómodo en su hogar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario